¿El goce?
Leo en Barthes:
“Texto de placer: el que contenta, colma, da euforia; proviene de la cultura, no rompe con ella y está ligado a una práctica confortable de la cultura. Texto de goce: el que pone en estado de pérdida, desacomoda (tal vez hasta alguna forma de aburrimiento), hace vacilar los fundamentos históricos, culturales, psicológicos del lector, la congruencia de sus gustos, de sus valores y de sus recuerdos, pone en crisis su relación con el lenguaje.”
Cuando termino esta lectura me salta a la vista alguna relación con la escucha de la música, la que llamamos tradicional, la que se ha hecho clásica por sus... “valores” , y que sin lugar a dudas nos produce un placer eufórico en el reconocimiento de su “mundo”; veo la cultura en la que se construyó y referencia la mía dándole sentido a las vivencias que poseo, me centra y permite que me encuentre.
Por otro lado observo las nuevas músicas, paradigmas del goce en donde, frente a su escucha, la pérdida parece ser la primer percepción, el primer sentimiento. No se enfrentan a mis oídos sentido, estabilidad y orden; me colocan “fuera” de la “cultura”. El desgarramiento y el dolor de la pérdida y un replanteo de mis sensaciones.
¿Será entonces que la primera me produce y placer y segunda goce? ¿El sentido de las nuevas músicas se construye a través de un goce, en donde el placer esta excluido? ¿Es posible convertir en placer esa escucha? Un análisis de las características de la percepción estética de una obra musical puede estar centrado en la idea del goce. Puede ser. Algunas corrientes eliminan el goce estético como imposibles frente a la obra, que en si misma no está ligada al “gusto”, sino mas bien a la aesthesis, la construcción de una realidad a través de la obra.
Barthes termina ese pequeño parágrafo asegurando que en el lector donde confluyen las dos formas se encuentra un sujeto anacrónico que participa al mismo tiempo del “hedonismo profundo de toda cultura” y de la “destrucción de esa cultura: goza simultáneamente de la consistencia de su yo (es su placer) y de la búsqueda de su pérdida (es su goce). Es un sujeto dos veces escindido, dos veces perverso”.
Aquí me reconozco. Yo creo ser ese sujeto, no me contento con el placer de la cultura, sino que también “gozo” destruyéndola.
No me caracterizo por ser una persona muy apegada a las formas sociales, tampoco me distingo por ser muy sociable. Siempre se quejan de que no comparto con facilidad el mundo social. Pero también es cierto que no puedo estar muy alejado de él. Me ha pasado que en ciertos momentos quiero estar alejado de la gente, no quiero intercambiar opiniones e inclusive me cuesta estar cómodo con lo que digo, es decir creo estar diciendo cosas que al otro no le interesan. Es decir me siento afuera. Pero en otros momentos es necesario que esa distancia se acorte y pueda sentir la comunión del otro, sentir que formo parte de lo mismo y me acerco, aunque en realidad deje que las cosas “sucedan”. Eso es creo sumergirse en la cultura, sentir placer por el mundo en donde me tocó vivir, es decir sentir el placer de formar parte de algo, y reconocer a ese algo como mío, estar cómodo, sentirme confortable. Cuando llegan los otros momentos, generalmente surgen de una percepción de incoherencia de la cultura, algo que me cambia el humor haciendo que me sienta incómodo frente al otro. Dejo la lectura, tiro el libro, cierro “mi” conversación y me recluyo.
En ese momento comienza el proceso de ruptura, algo que es casi comparable con el goce, es una forma de goce, destruyo la relación y la transformo en una oposición, me enfrento a las estructuras que siento me limitan y presento batalla, creo un nuevo mundo, compongo una nueva relación.
Es desde esta perspectiva en la que descubro en la palabras de Barthes una relación directa con lo que se denomina Nueva Música. Surge de un descentramiento, de una crítica, de una nueva perspectiva auditiva, una construcción sobre ruinas que utilizando los mismos ladrillos crean una conmoción por la forma de lo que se ve. Una arquitectura fluida pero áspera, con lineas que cortan el horizonte por debajo de su cimiento. Una postura así solo puede ser disfrutada desde la pérdida y no desde la exaltación. Es posible que esa pérdida sea solo una fantasía, una imagen, pero se la vive como pérdida. Sin embargo toda pérdida obliga a recuperar algo que complete el vacío, algo que me sostenga en el dolor. Ahí está el goce. Volver a crear, volver a construir una y mil veces lo que no existe, lo que ya no está, aún sabiendo que no puedo recuperarlo.
Necesito el goce. Estoy dispuesto a aceptar la pérdida y las limitaciones de esta posición, me transformo en cada uno de esos momentos.
“Texto de placer: el que contenta, colma, da euforia; proviene de la cultura, no rompe con ella y está ligado a una práctica confortable de la cultura. Texto de goce: el que pone en estado de pérdida, desacomoda (tal vez hasta alguna forma de aburrimiento), hace vacilar los fundamentos históricos, culturales, psicológicos del lector, la congruencia de sus gustos, de sus valores y de sus recuerdos, pone en crisis su relación con el lenguaje.”
Cuando termino esta lectura me salta a la vista alguna relación con la escucha de la música, la que llamamos tradicional, la que se ha hecho clásica por sus... “valores” , y que sin lugar a dudas nos produce un placer eufórico en el reconocimiento de su “mundo”; veo la cultura en la que se construyó y referencia la mía dándole sentido a las vivencias que poseo, me centra y permite que me encuentre.
Por otro lado observo las nuevas músicas, paradigmas del goce en donde, frente a su escucha, la pérdida parece ser la primer percepción, el primer sentimiento. No se enfrentan a mis oídos sentido, estabilidad y orden; me colocan “fuera” de la “cultura”. El desgarramiento y el dolor de la pérdida y un replanteo de mis sensaciones.
¿Será entonces que la primera me produce y placer y segunda goce? ¿El sentido de las nuevas músicas se construye a través de un goce, en donde el placer esta excluido? ¿Es posible convertir en placer esa escucha? Un análisis de las características de la percepción estética de una obra musical puede estar centrado en la idea del goce. Puede ser. Algunas corrientes eliminan el goce estético como imposibles frente a la obra, que en si misma no está ligada al “gusto”, sino mas bien a la aesthesis, la construcción de una realidad a través de la obra.
Barthes termina ese pequeño parágrafo asegurando que en el lector donde confluyen las dos formas se encuentra un sujeto anacrónico que participa al mismo tiempo del “hedonismo profundo de toda cultura” y de la “destrucción de esa cultura: goza simultáneamente de la consistencia de su yo (es su placer) y de la búsqueda de su pérdida (es su goce). Es un sujeto dos veces escindido, dos veces perverso”.
Aquí me reconozco. Yo creo ser ese sujeto, no me contento con el placer de la cultura, sino que también “gozo” destruyéndola.
No me caracterizo por ser una persona muy apegada a las formas sociales, tampoco me distingo por ser muy sociable. Siempre se quejan de que no comparto con facilidad el mundo social. Pero también es cierto que no puedo estar muy alejado de él. Me ha pasado que en ciertos momentos quiero estar alejado de la gente, no quiero intercambiar opiniones e inclusive me cuesta estar cómodo con lo que digo, es decir creo estar diciendo cosas que al otro no le interesan. Es decir me siento afuera. Pero en otros momentos es necesario que esa distancia se acorte y pueda sentir la comunión del otro, sentir que formo parte de lo mismo y me acerco, aunque en realidad deje que las cosas “sucedan”. Eso es creo sumergirse en la cultura, sentir placer por el mundo en donde me tocó vivir, es decir sentir el placer de formar parte de algo, y reconocer a ese algo como mío, estar cómodo, sentirme confortable. Cuando llegan los otros momentos, generalmente surgen de una percepción de incoherencia de la cultura, algo que me cambia el humor haciendo que me sienta incómodo frente al otro. Dejo la lectura, tiro el libro, cierro “mi” conversación y me recluyo.
En ese momento comienza el proceso de ruptura, algo que es casi comparable con el goce, es una forma de goce, destruyo la relación y la transformo en una oposición, me enfrento a las estructuras que siento me limitan y presento batalla, creo un nuevo mundo, compongo una nueva relación.
Es desde esta perspectiva en la que descubro en la palabras de Barthes una relación directa con lo que se denomina Nueva Música. Surge de un descentramiento, de una crítica, de una nueva perspectiva auditiva, una construcción sobre ruinas que utilizando los mismos ladrillos crean una conmoción por la forma de lo que se ve. Una arquitectura fluida pero áspera, con lineas que cortan el horizonte por debajo de su cimiento. Una postura así solo puede ser disfrutada desde la pérdida y no desde la exaltación. Es posible que esa pérdida sea solo una fantasía, una imagen, pero se la vive como pérdida. Sin embargo toda pérdida obliga a recuperar algo que complete el vacío, algo que me sostenga en el dolor. Ahí está el goce. Volver a crear, volver a construir una y mil veces lo que no existe, lo que ya no está, aún sabiendo que no puedo recuperarlo.
Necesito el goce. Estoy dispuesto a aceptar la pérdida y las limitaciones de esta posición, me transformo en cada uno de esos momentos.
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