¿Qué exigir hoy al Arte?

 

Extraido de Revista PILACREMUS 4 ¿Y AHORA QUE? PANDEMIA EN ARTE (pág: 119 a 121)

Pienso en ese momento en cuatro exigencias para los artistas de hoy; cuatro momentos que, a pesar de su especificidad, se relacionan íntimamente.

Un primer apremio tiene que ver con la concepción que el artista tiene de la historia del arte. Si como dice Nancy, ésta “es una historia que se sustrae, desde el inicio y siempre”, nuestra postura frente a ella y a sus numerosos discursos sólo puede ser crítica.3 Hay que disociar la noción de porvenir de la idea de futuro como progreso para poder pensar más en términos de devenir, de pasaje, de sucesión, de series, de tiradas. El artista ha de permanecer abierto al acontecimiento como lo intempestivo, consciente de la exigencia paradójica que implica ser contemporáneo, y que consiste en guardar distancia de su propio tiempo. Esto implica, de algún modo, la necesidad de ser crítico al momento de asumir una postura singular frente a las exigencias de la relación técnica- tecnología.

En segundo lugar, y vinculada a la primera exigencia, asumiendo la condición insondable del acontecimiento artístico, el artista está obligado a desligarse de la prescripción moderna que lo conduce inexorablemente, y por innumerables caminos, a la liquidación del arte. Asumir fatalmente el fin del arte y su aniquilación implica la renuncia a su poder transformador y su relación con la vida y con los cuerpos. La revisión crítica de las vanguardias del siglo pasado es una tarea pendiente e improrrogable. Dicha revisión debe efectuarse desde la mirada singular, analítica y experiencial del propio artista, tomando siempre distancia de los discursos y los métodos de la historia y la crítica académica del arte.

En esa misma línea, y como tercer punto, el artista está obligado a reconocer toda estrategia que pretenda dirigir al arte hacia la esfera del consumo, como puro entretenimiento, diversión domesticada, espectáculo o discurso académico. Me parece fundamental reconocer que el arte es un lugar de creación en el sentido más alto del término, de libertad y de resistencia legítima frente a las formas actuales de enajenación que condicionan la percepción y la afectividad de los sujetos, reduciéndolas a su mínima expresión de respuesta pronosticada.4 Dicho de otra forma, se trata de que el artista resista al imperativo de enajenación impuesto por la reproductibilidad técnica y la estandarización mercantil, con el fin de restituir continuamente las condiciones propicias para la singularidad y la experiencia, en el ámbito de la más genuina autonomía.5

Por último, el artista debe ser capaz de reconocer la relación entre fuerza, materia, deseo y cuerpo(s). De este modo podrá identificar los mecanismos que subsumen el poder de transformación del arte y, eventualmente, abrirlo a las grandes cuestiones que determinarán las vías del porvenir, entre ellas, la posibilidad de hablar en plural a la hora de superar la relación sujeto-masa, llevándola hacia el vínculo de lo singular-múltiple. 

Jorge Torres

3 Nancy, Jean-Luc, Las Musas. Buenos Aires: Amorrortu 2008, p. 119.

4 El amasijo entre política y estética, arte y activismo, asedia gravemente al ámbito de la creación. Lo político del arte, la política en el arte, el arte político, la estatización de la política y la politización de la estética, entremezcladas, han conducido al artista a un auténtico atolladero, como había anunciado ya, de algún modo, Walter Benjamin en 1936, en el Epílogo de “La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica”. No puede negarse la contigüidad del arte con todas las esferas de la vida humana, pero si no logra diferenciarse de ellas, deja de ser arte. Gao Xingjian, en su texto “Retorno a la pintura”, advierte- que el desafío del artista y su crítica social “son actos estéticos, no ideológicos”. En esa medida cuando el juicio estético del artista “es suplantado por otro juicio de valor, sea éste social, político o ético, se condena a muerte como artista”. “El artista es un creador, y nunca simplemente un activista social”. Gao Xingjian, Return to Painting, Nueva York: HarperCollins Publishers, 2002, pp. 13-14. (Las cursivas son mías). No sólo Xingjian; otra figura importante de la escritura contemporánea, François Cheng (ambos nacidos en China), se ha sumado a esa crítica a contracorriente de muchos discursos actuales sobre el arte, trayendo a cuenta conceptos tabú para las ideologías académicas en boga, como la belleza. Véase, François Cheng, Cinq méditations sur la beauté. París: Albin Michel, 2006. Pienso que la resistencia verdaderamente artística es fundamentalmente estética, y si bien, puede colindar con circunstancias o momentos de exaltación política (por ejemplo, el paso y la pertenencia al Partido Comunista Francés por parte de numerosos artistas del siglo pasado, como Marguerite Duras), no implica la confusión entre los diferentes ámbitos o su indistinción. Duras hablará largamente de ese asunto en varias entrevistas. Por último, a título personal diré que una combinación de anhelo, curiosidad y entusiasmo me ha llevado a andar a tientas, y no sin dificultad, por los senderos de la filosofía. No obstante, como músico, he procurado no confundir un ámbito con el otro. Son regiones distintas de la experiencia de lo humano, si bien, en su grado más alto, en la esfera de lo inapalabrable, considero que el pensamiento es auténtica creación.

 


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